Ir al contenido principal

Traducción del discurso de Barack Obama en Berlín

En virtud de tanta gente que no habla inglés y se queja de que nadie lo tradujo, hago una traducción no oficial y muy perfectible al castellano del discurso completo de Barack Obama en Berlín el pasado 24 de julio de 2008:

“Un mundo que se planta unido”

"Gracias a los ciudadanos de Berlin y al pueblo de Alemania. Quisiera agradecer a la Canciller Merkel y al Ministro de Asuntos Exteriores Steinmeier su bienvenida. Gracias al Alcalde Wowereit, al Senado de Berlin, a la policía y sobretodo gracias a todos ustedes por el recibimiento.

Vengo a Berlin como tantos de mis compatriotas lo hicieron antes de mí. Esta tarde, no les hablo como candidato a Presidente sino como ciudadano; un ciudadano orgulloso de los Estados Unidos y un conciudadano del mundo.

Sé que no me parezco a los americanos que hablaron antes de mí en esta gran ciudad. El viaje que me ha llevado aquí es improbable. Mi madre nació en el corazón de América, pero mi padre creció criando cabras en Kenia. Su padre – mi abuelo – fue un cocinero, un sirviente de los británicos.

En plena Guerra Fría, mi padre decidió, como tantos otros en los rincones más perdidos del mundo, que sus ansias – sus sueños – requerían de la libertad y de las oportunidades prometidas por Occidente. Y por ello escribió una carta tras otra a las universidades de toda América hasta que alguien, en alguna parte, contestó a su plegaria por una vida mejor.

Por eso estoy aquí, y Ustedes están aquí porque conocen este ansia también. Esa ciudad, más que cualquier ciudad, conoce los sueños de libertad. Y saben que la única razón por la que estoy aquí esta tarde es porque hombres y mujeres de ambas naciones se unieron para trabajar, para luchar y sacrificarse por una vida mejor.

La nuestra es una asociación que empezó hace sesenta años este verano, el día que el primer avión americano aterrizó en Templehof. (nota del traductor: en 1948 Berlín era una ciudad enclavada en la mitad soviética de la Alemania vencida y dividida; la URSS decidió hacer un bloqueo de alimentos y toda clase de insumos a la mitad occidental de la ciudad, que sobrevivió gracias a la instalación de un “puente aéreo” que proveyó de alimentos, energía, etc. a la ciudad)
Aquel día, gran parte de este continente estaba en ruinas. Con los escombros de esta ciudad no se había construido aún el muro. La sombra soviética no había recorrido aún Europa del Este, mientras en Occidente, América, Gran Bretaña y Francia evaluaban las pérdidas y reflexionaban sobre cómo reconstruir el mundo.

Aquí es donde los dos bandos se encontraron. Y el 24 de junio de 1948, los comunistas decidieron bloquear la parte occidental de la ciudad. Cortaron el paso a la comida y los abastecimientos de más de dos millones de alemanes para extinguir la última llama de libertad en Alemania.

Nuestras fuerzas no podían competir contra el Ejército Rojo, mucho mayor. Pero la retirada hubiera permitido que el Comunismo se extendiera por gran parte de Europa. Donde acabó la última guerra, otra Guerra Mundial hubiera podido empezar fácilmente. Todo lo que se encontraba en su camino era Berlin.Y en aquel momento empezó el puente aéreo; el rescate más grande y más improbable de la historia, que llevó alimentos y esperanza al pueblo de esta ciudad.Las apuestas estaban en contra del éxito. En el invierno, una pesada niebla llenó el cielo y muchos aviones tuvieron que dar vuelta atrás sin poder llevar el necesario abastecimiento. Las calles donde estamos ahora estaban llenas de familias hambrientas, sin resguardo del frío.

Pero en las horas más oscuras, el pueblo de Berlin mantuvo viva la llama de la esperanza. El pueblo de Berlin se negó a rendirse. Y un día de otoño centenares de miles de berlineses vinieron aquí, a Tiergarten, y oyeron al alcalde implorar al mundo a que no abandonara la libertad. "Sólo hay una posibilidad" dijo, "que nos mantengamos unidos hasta que ganemos esta batalla... El pueblo de Berlín ha hablado. Hemos cumplido con nuestro deber y lo seguiremos haciendo. Pueblos del mundo: cumplan con su deber ahora... ¡Pueblos del mundo, miren a Berlín!”

¡Pueblos del mundo, miren a Berlín!

Miren a Berlín, donde alemanes y americanos aprendieron a trabajaron juntos y a confiar los unos en los otros, apenas tres años después de enfrentarse en el campo de batalla.

Miren a Berlín, donde la determinación de la gente se alió a la generosidad del Plan Marshall y creó un milagro alemán; donde la victoria sobre la tiranía vio nacer la OTAN, la alianza más grande nunca creada para defender nuestra seguridad común.

Miren a Berlín, donde las marcas de las balas en los edificios y las sombrías piedras cerca de la Puerta de Brandenburgo persisten para que nunca nos olvidemos de nuestra humanidad compartida.

Pueblos del mundo, miren a Berlín, donde un muro cayó, un continente se unió y la historia demostró que no hay desafío demasiado grande para un mundo que se planta unido.

Sesenta años después del puente aéreo, estamos aquí otra vez. La historia nos ha llevado a una nueva encrucijada, con una nueva promesa y un nuevo peligro.

Cuando ustedes, el pueblo alemán, derribaron el muro – un muro que dividía este y oeste; la libertad y la tiranía; la esperanza y el miedo, los muros emepzaron a caer en todo el mundo. Desde Kiev a Ciudad del Cabo, los campos de prisioneros se cerraron y las puertas de la democracia se abrieron. Los mercados se abrieron también y la extensión de la información y la tecnología redujeron las barreras a las oportunidades y la prosperidad.

Mientras el Siglo XX nos enseñó que compartimos un mismo destino, el Siglo XXI nos está revelando que el mundo está más interconectado que nunca antes en la historia.

La caída del muro de Berlín trajo una nueva esperanza. Pero esta nueva cercanía ha dado nacimiento a nuevos peligros; peligros que no se pueden contener dentro de la frontera de un país, y que la distancia del océano no puede aislar.

Los terroristas del 11 de septiembre, complotaron en Hamburgo y se entrenaron en Qandahar y Karachi, antes de matar a miles de personas de todo el mundo en suelo americano.

Mientras hablo, autos en Boston y fábricas en Beijing están derritiendo la capa de hielo del Ártico, reduciendo las costas del Atlántico y trayendo sequía a las granjas de Kansas y Kenia.

Material nuclear mal protegido de la ex Unión Soviética o secretos de un científico en Pakistán podrían ayudar a construir una bomba que estallará en París. Las amapolas de Afganistán se convierten en la heroína de Berlín. La pobreza y la violencia de Somalia nutren el terror de mañana. El genocidio de Darfur es una vergüenza para la conciencia de todos.

En este nuevo mundo, estas peligrosas tendencias se mueven más rápido que nuestros esfuerzos para contenerlas. Por ello no podemos permitirnos estar divididos.

Ninguna nación, por muy grande o poderosa que sea, puede vencer tales desafíos sola.

Ninguno de nosotros puede negar estas amenazas, o huir de la responsabilidad de enfrentarse a ellas.

Sin embargo, ante la ausencia de los tanques soviéticos y el terrible muro, se ha vuelto fácil olvidar la verdad. Y si somos honestos con nosotros mismos, sabemos que a veces, en ambas orillas del Atlántico, nos hemos dividido y hemos olvidado nuestro destino compartido.

En Europa, es demasiado común la opinión de que América es parte de lo que se ha torcido en nuestro mundo, en vez de una fuerza para ponerlo en orden.En América, hay voces que se mofan o niegan la importancia del papel de Europa en nuestra sociedad y nuestro futuro.

Ambas opiniones están lejos de la verdad; los europeos hoy tienen nuevas cargas y están asumiendo más responsabilidad en regiones importantes del mundo y por otra parte las bases americanas construidas en el último siglo siguen ayudando a defender la seguridad de este continente; nuestro país sigue sacrificando mucho para la libertad en el mundo.

Sí, ha habido diferencias entre América y Europa. No hay duda de que las habrá en el futuro. Pero las cargas de la ciudadanía global siguen uniéndonos. Un cambio de liderazgo en Washington no eliminará esa carga.

En este nuevo siglo, americanos y europeos tendrán que hacer más, no menos. La asociación y la cooperación entre naciones no es una elección; es la única manera, la única manera de proteger nuestra seguridad común y avanzar en nuestra humanidad común.

Por ello el mayor peligro de todos es dejar que nuevos muros nos dividan los unos de los otros.

Los muros entre viejos aliados en ambas orillas del Atlántico no pueden seguir en pie.

Los muros entre países que lo tienen todo y los que tiene poco no pueden seguir en pie.

Los muros entre razas y tribus; nativos e inmigrantes; cristianos y musulmanes y judíos no pueden seguir en pie.

Estos son los muros que tenemos que derribar ahora.

Sabemos que han caído antes.

Después de siglos de luchas, Europa ha formado una Unión de promesas y de prosperidad.

Aquí, el pie de una columna construida para marca la victoria en la guerra, nos unimos en el centro de una Europa en paz. No sólo cayeron los muros en Berlín, sino que cayeron también en Belfast, donde protestantes y católicos encontraron una manera de vivir juntos; en los Balcanes, donde nuestra Alianza Atlántica acabó una guerra y llevó a criminales de guerra brutales ante la justicia; y en Sudáfrica, donde la lucha de un pueblo valiente venció al apartheid.

La historia nos recuerda que se pueden derribar los muros. Pero la tarea nunca es fácil. La colaboración y el progreso real requieren un trabajo sin descanso y un sacrificio sostenido.

Requieren compartir las cargas del desarrollo y de la diplomacia; del progreso y de la paz.

Requieren que los aliados se escuchen los unos a los otros y sobretodo, que confíen los unos en los otros.

Por ello América no puede mirar hacia dentro.

Por ello Europa no puede mirar hacia dentro.

América no tiene un mejor socio que Europa.

Este es el momento de construir nuevos puentes por el mundo, tan fuertes como el que unió ambas orillas del Atlántico.

Este es el momento de unirnos, por una cooperación constante, por instituciones fuertes, un sacrificio compartido, en un compromiso compartido para el progreso, para encarar los desafíos de Siglo XXI.

Fue este espíritu el que llevó a los aviones al cielo encima de nuestras cabezas, y que unió a la gente aquí donde hoy nos reunimos.

Y éste es el momento en que nuestras naciones – todas las naciones – tienen que apelar a este espíritu de nuevo.

Este es el momento para que venzamos al terror y sequemos el pozo del extremismo que lo sustenta. Esta amenaza es real y no podemos evitar la responsabilidad de combatirla.

Si pudimos crear la OTAN para enfrentar a la Unión Soviética, podemos unirnos en una nueva asociación global para desmantelar las redes que golpearon en Madrid y en Amán; en Londres y en Bali; en Washington y en Nueva York.

Si pudimos ganar la batalla de las ideas contra los comunistas, podemos estar al lado de la gran mayoría de musulmanes que rechazan el extremismo que lleva al odio en vez de a la esperanza.

Este es el momento para que renovemos nuestra resolución para derrotar a los terroristas que amenazan nuestra seguridad en Afganistán y a los traficantes que venden drogas en vuestras calles. Nadie le da la bienvenida a la guerra. Reconozco que hay grandes dificultades en Afganistán. Pero mi país y el suyo apostaron a que la primera misión de la OTAN fuera de las fronteras de Europa sea un éxito. Para el pueblo de Afganistán, y para nuestra seguridad compartida, tenemos que hacer el trabajo. América no lo puede hacer sola.

El pueblo afgano necesita nuestras tropas y sus tropas; nuestro apoyo y su apoyo para vencer a los talibanes y a Al Qaeda; para desarrollar su economía y para ayudarlos a reconstruir su nación. Tenemos demasiado en juego para dar marcha atrás ahora.

Por eso este es el momento para que renovemos el objetivo de un mundo sin armas nucleares. Las dos superpotencias que se enfrentaron de un lado y de otro del muro de esta ciudad llegaron demasiado cerca de destruir todo lo que construimos y todo lo que amamos.

Ahora que ha desaparecido aquel muro, necesitamos no mirar impasibles cómo se extiende el mortífero átomo. Es el momento de asegurar el material nuclear, de parar la proliferación de las armas nucleares y de reducir los arsenales de otra era. Es el momento de empezar a buscar la paz de un mundo sin armas nucleares.

Este es el momento en que cada nación en Europa tiene que tener la oportunidad de elegir su propio futuro, libre de las tinieblas del ayer. En este siglo, necesitamos una Unión Europea fuerte que fortalezca la seguridad y la prosperidad del continente, mientras extiende una mano fuera de sus fronteras. En este siglo – en esta ciudad de todas las ciudades – tenemos que rechazar la mentalidad de la Guerra Fría del pasado y estar resueltos a trabajar con Rusia cuando podemos, defender nuestros valores cuando tenemos que hacerlo, y buscar la colaboración que se extiende por todo este continente.Este es el momento en que tenemos que construir en la riqueza que los mercados libres han creado y compartir los beneficios más equitativamente. El comercio ha sido la piedra angular de nuestro crecimiento y nuestro desarrollo global. Pero no podremos mantener este crecimiento si sólo favorece a unos pocos, en vez de a todos. Juntos, tenemos que forjar un comercio que recompense realmente el trabajo que crea riqueza, con protecciones adecuadas para nuestros pueblos y nuestro planeta. Este es el momento para un comercio libre y justo para todos.

Este es el momento de responder a la llamada por un nuevo amanecer en Cercano Oriente. Mi país está junto al suyo y a Europa para enviar un mensaje directo a Irán diciendo que tiene que abandonar sus ambiciones nucleares. Tenemos que apoyar a los libaneses que han marchado y sangrado por la democracia, y a los israelíes y palestinos que buscan una paz segura y duradera. Y a pesar de las diferencias del pasado, este es el momento para que el mundo apoye a los millones de iraquíes que quieren reconstruir sus vidas, inclusive pasando la responsabilidad al gobierno iraquí y terminando por fin esa guerra.

Este es el momento en el que tenemos que unirnos para salvar el planeta.Resolvamos que no dejaremos a nuestros hijos un planeta donde los océanos suben, el hambre se extiende, y terribles tormentas destruyen nuestras tierras.

Resolvamos que todas las naciones – incluyendo la mía – actuarán con la misma seriedad que la suya para reducir las emisiones de carbono a la atmósfera. Este es el momento de devolver a nuestros hijos su futuro.

Este es el momento de estar unidos.

Y este es el momento en que tenemos que dar esperanza a los que se han quedado atrás en un mundo globalizado. Tenemos que recordar que la Guerra Fría que nació en esta ciudad no era un lucha por tierras o por tesoros. Hace sesenta años, los aviones que sobrevolaban Berlín no tiraban bombas; tiraban comida, carbón y caramelos a niños agradecidos.

Y en esta demostración de solidaridad, aquellos pilotos ganaron más que una victoria militar. Ganaron los corazones y las mentes; amor, lealtad y confianza; no sólo del pueblo de esta ciudad, sino de todos los que oyeron la historia de lo que hicieron.

Ahora el mundo mirará y recordará lo que hacemos aquí, lo que hacemos en este momento. ¿Extenderemos nuestra mano a los pueblos de los rincones olvidados de este mundo que ansían vidas marcadas por la dignidad y la oportunidad, por la seguridad y la justicia? ¿Sacaremos a los niños de Bangladesh de la pobreza, daremos asilo a los refugiados de Chad y desterraremos el azote del SIDA de nuestros tiempos?

¿Defenderemos los derechos humanos de los disidentes en Burma, de los bloggers en Irán, de los votantes en Zimbawe? ¿Daremos sentido a las palabras "nunca más" en Darfur?

¿Reconoceremos que no hay ejemplo más poderoso que el que cada una de nuestras naciones da al mundo? ¿Rechazaremos la tortura y defenderemos el estado de derecho? ¿Acogeremos a los inmigrantes de las distintas tierras y rechazaremos la discriminación en contra de los que no se parecen a nosotros, que rinden culto de otra manera que nosotros, y mantendremos la promesa de igualdad y oportunidad para todos nuestros pueblos?

Pueblo de Berlín - pueblos del mundo - éste es nuestro momento. Éste es nuestro tiempo.

Sé que mi país no es perfecto. Muchas veces nos ha costado mantener la promesa de libertad e igualdad para todo nuestro pueblo. Hemos cometido nuestra porción de errores y ha habido veces en las que nuestras acciones en el mundo no han estado a la altura de nuestras mejores intenciones.

Pero sé también cuánto quiero a América.

Sé que durante más de dos siglos hemos luchado – a un alto costo y un gran sacrificio – por formar una unión más perfecta; por encontrar, con otras naciones, un mundo más esperanzador.

Nuestra lealtad nunca ha sido a una tribu o a un reino en particular; en nuestro país se hablan todas las lenguas, cada cultura ha dejado su huella en la nuestra, todos los puntos de vista se expresan en las plazas públicas. Lo que siempre nos ha unido, lo que siempre ha conducido a nuestro pueblo, lo que llevó a mi padre a las orillas de América, son los ideales que hablan de aspiraciones compartidas por todos los pueblos: que podamos vivir libres del miedo y libres de la necesidad; que podamos decir lo que pensamos y unirnos con quien querramos y rendir culto como lo deseemos.

Éstas son las aspiraciones que han unido los destinos de todas las naciones en esta ciudad. Estas aspiraciones son mayores que lo que nos podría dividir. Es por estas aspiraciones que el puente aéreo empezó. Es por estas aspiraciones que todas las personas libres – en todas partes – se convirtieron en ciudadanos de Berlín. Es en pos de estas aspiraciones que una nueva generación – nuestra generación – tiene que dejar su huella en el mundo.Gente de Berlín – y gente del mundo – la escala de nuestro desafío es grande. El camino será largo. Pero vengo ante ustedes para decir que somos herederos de una lucha por la paz. Somos el pueblo de la esperanza improbable. Con un ojo mirando hacia el futuro, con resolución en nuestros corazones, recordemos esta historia, enfrentemos a nuestro destino, y rehagamos el mundo una vez más".

Comentarios